sábado, 29 de noviembre de 2008

PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE

PRINCIPIO DE INSERTIDUMBRE




La educación ha debido adecuarse a las condiciones socio-culturales y estrategias de desarrollo de cada época. En el contexto de la globalización, desde el punto de vista de las comunicaciones y de las competencias para ser exitosos en los mercados y cultura del mundo, los objetivos en el aula debieran estar orientados a obtener resultados de calidad en la educación, en volvernos constructores de un currículum destinado al aprendizaje de lo significativo y pertinente y en lograr una visión emprendedora del alumno en un mundo de opciones y oportunidades. Pero los desafíos para la educación vienen también desde la formación ética y valórica del individuo en un mundo dominado por la complejidad y la incertidumbre, y de la necesidad de construir nueva civilización basada en el principio del desarrollo humano sostenible.



Los sistemas complejos están más allá de nuestra capacidad de predecirlos, manipularlos o controlarlos, en virtud del “principio de incertidumbre” que los origina y dinamiza. Investigaciones que van desde las Matemáticas a la Termo-dinámica, de las Ciencias Atmosféricas a la Biología Celular y las Ciencias Políticas demuestran que el sesgo de lo infinitesimal, de lo oculto, o de lo que consideramos despreciable o marginal, ingresa como un factor de incertidumbre en el cálculo predictivo de un comportamiento, que en el desarrollo de sus ciclos de retro-alimentación del sistema puede arrojar en el tiempo resultados incrementales muy distantes a lo esperado. Es el llamado “efecto mariposa”, metáfora que nos habla del poder de lo pequeño bajo condiciones favorables sostenidas en el tiempo.



El principio de incertidumbre es el motor de la historia en los sistemas complejos. Está detrás de los sutiles e improbables cambios físico-químicos que (potenciados por el efecto mariposa) originaron las primeras formas de vida; en la adaptación exitosa que ha permitido una evolución en el ADN, y en la biodiversidad que equilibra los ecosistemas. Es la cota en que surge la intuición humana, la espiritualidad, el enfoque original, el arte, el pensamiento libre y las interconexiones ocultas entre eventos aparentemente aleatorios de la actividad humana, que en un proceso constante de “auto-creación”, o “autopoiesis” según la expresión de Maturana y Varela, tienden a equilibrar u organizar y potenciar al hombre a partir la diversidad de su dimensión biológica, socio-cultural, económica y medioambiental.

Bajo el paradigma de la complejidad no debemos evitar a la incertidumbre, sino adaptarnos a ella, viéndola como una oportunidad para la satisfacción de las necesidades de desarrollo sostenible de la sociedad humana en el contexto de un mundo globalizado actual y de las generaciones futuras. “Este [ ] es el gran desafío de nuestro tiempo: crear comunidades sostenibles, es decir, entorno sociales y culturales en los que podamos satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones sin comprometer el futuro de las generación que han de seguirnos” (Capra, 1998).



Las ideas sobre la complejidad han estado presentes en toda la historia del desarrollo del pensamiento humano, desde las enseñanzas ético-religiosas de Lao-Tsé, Buda a Marx y Engels; de Fritjof Capra a Humberto Maturana y Edgar Morin. El “principio de incertidumbre”, que origina, dinamiza, autorregula y equilibra los sistemas complejos, en un proceso constante de autocreación, ha sido incorporado a las investigaciones que van desde las ciencias físicas y matemáticas, la biología y las ciencias humanas.



Pero no es sino en los últimos años que una sistematización de las ideas en torno a la complejidad, impulsada por el epistemólogo Edgar Morin, han sido articuladas como “Paradigma de la Complejidad”.



Con los recursos del pensamiento complejo, Morin propone una reforma del pensamiento y la educación, fundamentada en una nueva ética de alcance planetario, integradora de los saberes dispersos de la humanidad y constructora una sociedad global más humana, solidaria, diversa, democrática y respetuosa del ecosistema planetario. “La civilización de la civilización requiere la intercomunicación entre las sociedades, y más todavía, su asociación orgánica en escala planetaria”.



Para Morin, la finalidad de la enseñanza es “crear cabezas bien puestas más que bien llena”; desarrollar la práctica de un pensamiento que no cese de contextualizar y totalizar las informaciones, develando el conocimiento pertinente en medio de la avalancha de información que ofrecen los medios actuales.



Esto supone desde el punto de vista del proceso educativo, un compromiso de las políticas públicas en educación, de los establecimientos y del profesor por superar las limitaciones de la enseñanza tradicional memorística y acumulativa; flexibilizar el currículum de acuerdo a las conductas de entrada del alumno y del entorno socio-cultural y ecológico en que se desarrolla el aprendizaje; en definitiva, enriquecer y contextualizar la experiencia de aprendizaje del alumno en torno a lo nuevo, lo diverso y significativo a nivel personal y de su comunidad, a lo planetario

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